Amigos

Ocurre a los 21 años y 5 meses.


Amigos

Cuando terminó de servir a Ranma y Akane, se sentó con ellos.

—Creo que no le digo lo suficiente a Utchan lo ricos que están sus okonomiyakis —dijo con dificultad Ranma. Al fin y al cabo, tenía que ser difícil hablar bien con un okonomiyaki «extra grande» entero en la boca.

—Tienes razón, deberías decírselo más a menudo —confirmó riéndose para sus adentros. Sabía lo que iba a pasar en los próximos minutos.

Cuando Ranma tragó (en una mezcla de dolor y placer según su gesto), asintió con la cabeza y se levantó.

Seguidamente, se volvió a sentar doblándose hacia delante de forma extraña. Se giró a Akane. Tenía un gesto peligroso y casi brillaba con su aura de enfado.

—Y yo qué, ¿eh? —preguntó, retirando su codo del estómago de su ya no prometido, sino de su ya marido. Era increíble que aún así se comportara igual de insegura que hacía casi seis años.

—Bueno, bueno, ¿qué le pasa a la parejita? —se dio la vuelta y, efectivamente, allí estaba la dueña del local, Ukyô. Últimamente no sabía si se estaba imaginando cosas, pero creía sentir algo diferente en la chef. Había algo definitivamente melancólico a su alrededor, como si no prestase mucha atención. Pero él no la conocía tan bien como Ranma, y él no había dicho nada…

—No pasa nada, Utchan —se apresuró a responder Ranma —. Es sólo que esta marimacho de esposa no aguanta que haya alguien que cocine mejor que ella.

Aquello iluminó el comedor. No por la brillantez del comentario, ya que de hecho era bastante estúpido, sino porque Akane entró en un modo de busca y captura y paliza del que Ranma solía tener pocas posibilidades de escapar. Sin embargo, en un deje de consideración cada vez más usual, dejaron el restaurante antes de empezar con el destrozo del mobiliario. El ayuntamiento, claramente, no era tan afortunado como el Utchan’s.

—Me pregunto quién habrá tenido la culpa esta vez, ¿eh?

De nuevo se giró, y de nuevo acertó al suponer la identidad de quién le hablaba. Hiroshi y Daisuke, los amigos de Ranma, trataban de intimidarle con una mirada que debía ser fulminante, pero que se quedaba fútil.

—Tan sólo se están divirtiendo, ¿es que no lo veis? —Sayuri sí que los fulminó con la mirada, y Yuka aprovechó para derrumbarlos del todo con una bronca ejemplar. Se los llevó poco a poco a otra mesa, pero Sayuri se quedó con él, sonriéndole.

—No les hagas caso —dijo —. Es que, después de todo lo que pasó en el instituto, no queremos ni imaginar que al final no se queden juntos. Especialmente para nosotros cuatro. Es casi una cuestión de orgullo.

—De acuerdo, de acuerdo —respondió, y no pudo evitar que se le escapara una sonrisa. Sayuri se marchó con los otros tres y él se quedó pensando en la razón por la que había sonreído.

Y es que ver esa abnegación por conseguir que dos personas acaben juntas viniendo de un grupo de gente mayor, con sus propias vidas, era algo que no había visto nunca.

No podía negar que a él también le gustaría tener a un grupo así detrás de él.

—Hey, Mousse, siento sacarte de tus pensamientos, pero hay un par de mesas que están deseando ser limpiadas para recibir un par de nuevos clientes.

Se giró hacia Ukyô y se disculpó.

—Eh, no pasa nada —dijo ella —. Si necesitas hablar de algo, aquí estamos para hablar.

Y tras una pausa, añadió:

—Pero mejor que sea después del trabajo, ¿vale?

Y Mousse volvió a reírse.


Al capítulo anterior. O a una Vida en Momentos Congelados. O al capítulo siguiente.

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