Capítulo 1 de lEEHdlTTF

Capítulo 1

Era un día normal en el dojo Tendô.

Bueno, sería un día normal si no fuera por la figura de estatura media bien entrenada, de largo pelo negro como el azabache atado en una inconfundible coleta, que volaba acompañada de un grito grave y lleno de indignación. Dicha figura había salida volando de un boquete recién practicado en una de las habitaciones del segundo piso del antiguo edificio de madera y tejas azules hacia el pequeño estanque rodeado de piedras que Sôun Tendô, dueño del edificio, tanto había atesorado hasta dos años atrás. Porque, dos años atrás, dicha figura voladora y su padre llegaron a su hogar para cumplir una vieja promesa, trayendo además a su casa la prueba viviente de que la magia realmente existía.

Incluso así hubiera sido un día relativamente normal si no hubiera ocurrido otra extraña incidencia, aquella vez relacionada con Akane. Y es que, cuando Ranma subió al baño con intención de darse un buen baño caliente para transformar el cuerpo maldito de chica que había tomado en Jusenkyô, y que desde entonces le martirizaba cambiándose por el suyo cada vez que le tocaba agua fría, en el suyo propio, se cruzó con una extraña Akane. Llevaba puesto su pijama amarillo preferido, y su pelo casi azul estaba todavía sin alisar. Pero lo más raro eran sus ojos: de normal intensamente marrones y siempre dueños de una mirada decidida, aquella mañana tenían una enfermiza neblina blanca y parecían mirar a cosas que Ranma era incapaz de ver.

Por esa razón fue que Ranma, un poco desconcertado y con cierta preocupación por su prometida, guió a la joven hasta la cocina, de donde llegaba el suave tatareo de la hija mayor de los Tendô, la excelente cocinera y angelical ama de casa, Kasumi Tendô. Ésta, al ver el extraño blanco nacarado en los ojos de su hermana menor y añadiendo el hecho de que parecía no verla incluso cuando pasaba una temblorosa mano a meros centímetros de su rostro, no tardó ni un momento en reunir a toda la familia en la sala de estar en torno a la joven y a su prometido.

—¿Y ahora qué pasa? —fue lo primero que dijo Nabiki cuando, tras beber un sorbo del té que Kasumi había preparado en un segundo mientras el resto de la familia se sentaba alrededor de la mesa, se pasó las manos por la cara y el pelo intentando apartar el sueño que todavía amenazaba con cerrarle los párpados.

—Es… sobre Akane —respondió lentamente Ranma.

Hubo un silencio general, y ambas familias tornaron su vista hacia Akane. Ésta miraba de hito en hito un punto cercano a la esquina opuesta a donde descansaba el televisor, y parecía seguir de vez en cuando algo que se movía invisible para todos los demás.

De pronto, unos horribles sonidos empezaron a salir de la boca de Akane. Parecía como si varias voces estuvieran diciendo las mismas palabras al mismo tiempo, aunque ligeramente desfasadas las unas con respecto a las otras, creando un extraño y chirriante coro que provocó un respingo en todos los presentes.

—¡Ranma, debemos ir a la escuela! ¡Termínate el desayuno deprisa, holgazán! —gritó, volviendo su mirada directamente a Ranma mientras se levantaba y cogía un maletín imaginario.

Y volvió el silencio, ante lo que Nabiki se sintió enormemente agradecida.

—¡¿Qué le pasa a mi hijita?! —se lamentó un segundo después Sôun apenas reprimiendo las lágrimas.

Una vez más, Kasumi pasó su mano delante de los blanquecinos ojos de Akane, y una vez más no hubo respuesta por su parte. Su mirada seguía fija en Ranma, que se mantenía quieto sentado a su lado.

—¿Oh? ¿Mi querido Ranma está comiendo despacio? ¡Oh, qué increíble y deliciosamente bonito! —exclamó la chica en cuestión, haciendo respingar de nuevo a las dos familias.

—¿Pero qué…? —comenzó Ranma, finalmente poniéndose en pie, consiguiendo que Akane cambiase su gesto a uno de ligera molestia.

—Al parecer —le interrumpió Nabiki, que entonces se destapaba las orejas —, al único que sí ve, sea como sea, es a su prometido.

—¿A mí? —preguntó Ranma con sorpresa.

—¿A ti qué? ¡Ranma, no intentes jugar con mis sentimientos, estúpido! —gritó la chica muy enfadada.

—Y al parecer sólo te oye a ti, hijo —apuntilló Nodoka con aire preocupado.

—¿A mí? —repitió más fuerte Ranma.

—¡Sí, a ti te hablo! —y sacando un enorme mazo de ninguna parte, Akane descargó un tremendo golpe sobre el desprotegido, si bien muy duro, cráneo de su prometido —¡A veces puedes ser tan tonto!

Sin embargo, la inconsciencia no le duró mucho a Ranma, pues cuando despertó, todavía estaba en el salón con las dos familias a su alrededor, excepto Akane, que le daba la espalda con actitud molesta.

—Algunas cosas nunca cambian… —murmuró Ranma tentando con cuidado el lugar donde el mazo había hecho doloroso contacto con su cráneo.

—¿Decías algo, hijo? —preguntó su madre con interés.

—No, nada —mintió rápidamente Ranma, pero su madre fue capaz de tocarle el chichón que se formaba con rapidez —¡Au! ¡Eso duele!

—¿Te duele? —preguntó con dulzura en nuevo cambio de temperamento Akane —Quizá me haya pasado, Ranma. ¿Tal vez deberíamos ir a ver al doctor Tôfû? De hecho, hace mucho que no lo veo…

—¡Eso es! —se adelantaron a coro Genma y Sôun, levantándose con grandes sonrisas en la cara y tanto entusiasmo que casi podía verse a su alrededor.

—Ranma —empezó entonces Genma con gran seriedad —, es tu deber como su prometido cuidar de Akane.

—Y a mi hijita ahora le pasa algo grave —continuó Sôun sin darle espacio para responder.

—Así que, ¡decidido! —prosiguió Genma —Acompañarás a tu prometida hasta la consulta del doctor Tôfû.

Ranma no parecía muy conforme con el plan, pero Akane siguió callada, y Sôun lo tomó como una muestra de conformidad.

—¡Ah, pero Ranma, mira como mi hijita está de acuerdo! ¿Verdad, Akane? —le apuntó el patriarca Tendô rodeando a su hija pequeña con uno de sus brazos.

Entonces, Genma agarró a su hijo y lo colocó al otro lado de Akane, posicionándose él detrás para rozarlos bien, de manera que tal vez consiguiese hacer saltar la figurativa chispa.

Genma: (dando grandes carcajadas) ¡Tienes toda la razón, Tendô! (bajando el volumen de voz e intentando resultar terrorífico, dirigiéndose a Ranma) ¿Verdad, hijo?

Ranma: (muy enfadado) ¡Suéltame, viejo idiota!

Sôun: (como empezando a notar algo extraño) Saotome…

Genma: (indignado y con falsas lágrimas en los ojos, mirando en dirección opuesta a su hijo) ¡Oh, qué desgracia! ¡Un hijo tan irrespetuoso con quién le ha criado, con quién se ha dejado la salud entrenándolo, con quién…!

(Un puñetazo de Ranma en el rostro corta abruptamente sus lástimas, dejándolo medio grogui y con las gafas mal puestas.)

Ranma: (con los ojos cerrados y meneando la cabeza) Siempre se gana una antes de la hora de comer.

Sôun: (ahora con la confusión pintada en la cara) ¿No notas algo extraño?

Ranma: (también algo confuso) Ahora que lo dice…

En ese momento, ambos se separaron y dieron unos pasos hacia adelante, se giraron, y observaron el lugar donde habían estado unos momentos antes.

—No sé decirle qué exactamente, pero… —comenzó Ranma frotándose distraídamente la nuca.

—Definitivamente había algo raro ahí —completó el otro hombre frotándose la barbilla.

—¿Vamos o qué? —preguntó entonces Akane con aquella voz horrible, y el momento de pensar terminó en el salón.

—No sé muy bien qué ha pasado ahí —admitió Kasumi dirigiéndose a Ranma—, pero lo mejor será que vayáis a ver al doctor Tôfû. Creo que iré a llamarle para avisarle de que vais para allá.

—¡No! —exclamó Sôun con terror apenas oculto —No, Kasumi —repitió cuando se hubo calmado —. Mejor le llamó yo.

—Bien, de acuerdo —aceptó con una amable sonrisa la joven.

—Será mejor que vayas ya —aconsejó Nabiki al joven de la coleta —antes de que pase algo más.

—Sí, tienes razón —aceptó Ranma con un asentimiento —. Vamos Akane.

De esa manera, Ranma y Akane se dirigieron tan rápido como la condición de Akane les permitió a la consulta del doctor Tôfû.

El camino hasta la consulta del buen doctor fue tranquilo. Akane había dejado de hablar con aquella horrorosa voz y aunque no hacía esfuerzos por seguir a Ranma, tampoco intentaba quedarse quieta cuando el chico la guiaba cogidos de la mano por las calles del vecindario, calles que, excepto por el ocasional niño que había salido tarde para la escuela y alguna que otra madre adelantándose a las colas de la mañana en los mercados, estaban desiertas.

Al atravesar por fin el umbral de la entrada a los terrenos de la consulta, pudieron ver al fornido y alto doctor Tôfû con el torso desnudo y un simple pantalón de deporte haciendo flexiones con una mano al lado de la entrada, todavía con las gafas puestas.

—¡Buenos días, doctor! —se anunció Ranma acercándose hasta Tôfû con Akane en cola y aún cogidos de la mano.

El hombre hizo una última flexión, murmurando el número “cuarenta y dos”, y alzó la mirada hacia los recién llegados.

—¡Buenos días, Ranma y Akane! —saludó con una amplia sonrisa —¿No deberíais estar yendo para clase ahora mismo?

—¿No le ha llamado el señor Tendô? —preguntó Ranma.

—No, no me ha llamado nadie —respondió el hombre secándose unas gotas de sudor que relucían en su frente.

Ranma simplemente se encogió de hombros y dijo:

—Verá, doctor. Pasa algo con Akane.

Rápidamente, Ranma puso al corriente sobre la actitud de Akane y lo síntomas que presentaba desde la mañana al doctor.

—¿Sabe qué le pasa? —terminó su explicación Ranma con impaciencia.

—No estoy seguro —admitió Tôfû meneando la cabeza —. Entremos, quiero examinarla.

—Sí, claro.

La clínica estaba tan limpia como siempre, y la luz de la mañana le recordó la primera vez que entró allí.

—“Me ha apalizado una marimacho” —repitió por lo bajo Ranma con una sonrisa. No podía creer que hubiera pasado tanto tiempo desde aquel día en que venció a Kunô como chico por primera vez y vio otra vez el lado más amable de Akane. Sin embargo, tras tanto tiempo, era Akane quién necesitaba su ayuda, y no él.

—Bueno —dijo entonces el doctor —, veamos que le pasa.

Lentamente, Ranma tumbó a su prometida en la camilla con enorme cuidado, y se apartó para dejar al doctor espacio. Sin embargo, en el momento en que éste rozó su piel, gritos con ecos malformados formando una algarabía que apenas sí podía considerarse como hablar humano llenaron la consulta.

—Se acerka!! Ya viene!! No puedo verlo, xk se skonde, pero se k ya yega!! Viene el fanon!!

Y regresó el silencio.

—¿El “fanon”? —repitió Tôfû nervioso y sin su habitual sonrisa, apartando sus manos de Akane, como si de repente temiese tocarla.

—¿Qué es eso? ¿Qué es el “fanon”? —inquirió rápidamente Ranma ávido por saber que le pasaba a Akane.

—Pero eso tendría sentido… —se dijo el hombre sin hacer caso a Ranma.

—¿¡Qué ocurre!?

—¡Ah! —exclamó Tôfû, volviendo a mirar a Ranma —Lo siento, Ranma. Me parece que ya sé lo que le sucede a Akane.

—¿Qué es? —preguntó rápidamente el chico.

—Primeramente —comenzó Tôfû, sentándose en la silla que solía utilizar cuando examinaba a alguien—. Ranma, sabes lo que son esos libros que, de vez en cuando, aparecen en la biblioteca, ¿verdad?

—Sí, claro. Las historias basadas en mí —respondió con un poco de ego.

—Sobre nosotros, Ranma. Y sí, son las historias basadas en nosotros, pero hay un matiz que se te escapa.

—Pero, ¿qué tiene esto que ver con lo que le está pasando a Akane?

—Paciencia… —aplacó el doctor —¿Has leído alguno de ellos?

—No. La anciana momia que es la bibliotecaria nunca me ha dejado. Siempre decía que era “muy joven”. Pero para casarme no, ¿no te digo?

—En todo caso —continuó Tôfû impidiendo que Ranma perdiera la atención —, el hecho es que esas son las buenas historias. Esos libros representan lo mejor de lo mejor de lo que se escribe sobre nosotros. Y has de saber que, como en los artistas marciales, el número de los buenos comparado al de los normales y los… digamos, poco agraciados, es muy pequeño.

—O sea…

—O sea que existen un número inmenso de historias que no pueden alcanzar el estatus de libro.

—¿Y adónde van esos relatos?

—Ese es el quid de la cuestión. Nadie lo sabe —respondió Tôfû chasqueando los dedos —. Hay muchas teorías, por supuesto, y uno de mis colegas sostiene que…

—Doctor —le cortó Ranma un poco molesto —. Repito que qué tiene esto que ver con Akane.

—Ah, sí… —asintió el hombre volviendo al tema en cuestión —A ver. Supongo que sabrás que “canon” es con lo que nos referimos a todo lo que pasa en este manga o anime, ¿verdad?

—Sí, claro. Me lo repitieron hasta aburrirme cuando empezamos.

—Pues muy bien, la palabra “fanon” es con lo que se refieren a todos los hechos que no han ocurrido aquí, si no en todas estas historias, tanto las que son libros como lo que no.

—Er… ¿Qué?

—Pongamos un ejemplo —dijo Tôfû levantándose de la silla y poniéndose a caminar de un lado a otro de la sala —. Uno de los “conocimientos” más extendidos es que en cuanto Akane y tú seáis capaces de aceptar vuestros sentimientos hacia el otro empezaréis a tener relaciones sexuales extremadamente pasionales.

—¿¡Qué!? —exclamó Ranma más rojo que su camisa. Había abierto tanto los ojos que parecía que se le iban a caer en cualquier momento, y tenía la cara tan caliente que hubiera podido deshacer la mantequilla con solo mirarla.

—Oh, también está eso de que como tu nombre es algo así como “Caballo Salvaje”, resulta que estás equipado como el mismo animal.

—¡¿…?! —aquello le había quitado la voz al chico, que lo único que podía hacer era ver incrédulo (y extremadamente abochornado) al doctor yendo de un lado para otro haciendo caso omiso a toda la vergüenza que estaba pasando.

—Bueno, a eso me refiero —continuó Tôfû, girándose y viendo la cara de Ranma alcanzar las propiedades del fuego. Aún así, no prestó mayor atención al chico —. Son “hechos” que realmente no están confirmados o son simplemente falsos que, por una razón u otra, han quedado en su memoria colectiva y que se mantienen mientras no sean investigados y rechazados.

—¡Pero yo nunca haría eso con Akane! ¡No eso… Así… No en ese momento!

—Tranquilo Ranma, ya lo sé.

—¿Hay algo que no tenga que ver con mi… conmigo? —preguntó mirando a todas partes menos al doctor.

—Sí. Por ejemplo, se cree que Nabiki es la que mantiene el dojo a flote con sus fechorías monetarias.

—Pues eso es estúpido. Quiero decir, y el trabajo del señor Tendô, ¿no se tiene en cuenta?

—Ya ves —confirmó Tôfû —. Muchas veces no tienen ni pies ni cabeza, no hace falta que pienses mucho en ello.

—Pero doctor, vuelvo a repetir que no veo…

En ese instante, una luz cegadora inundó la sala. Ranma y Tôfû se volvieron y entrecerrando los ojos, descubrieron que la luz venía de Akane, que todavía estaba tumbada en la camilla.

—¡Akane! —gritó Ranma.

—Ya sta aki!! Jajajaja!! X fin libre!! —gritó Akane con su voz endemoniada.

Entonces, la luz se hizo más intensa, Ranma sintió una enorme corriente de aire que lo empujó y tras un impacto, todo se volvió negro.


Lo primero que sintió al despertarse fue un punzante dolor en la parte de atrás del cráneo. Y cuando se lo tocó, sintió aún más dolor.

—¡Au! Duele —se quejó Ranma poniéndose derecho y abriendo los ojos.

—Veo que estás despierto —vino la voz de Tôfû a su derecha.

Ranma se giró y vio al doctor sentado en la misma silla donde antes había estado. Sin embargo, entonces era él quién estaba sobre la camilla, y la habitación era un desastre. Había cristales rotos por todos lados e incluso el pequeño armario donde guardaba los medicamentos de primera necesidad había sido arrancado de cuajo y yacía un poco detrás con el trozo de pared que, al parecer, había decidido que no lo iba dejar marchar solo. Akane no estaba en ningún lado.

—¿Cuánto he estado inconsciente? ¿Y Akane? ¿Qué ha pasado?—preguntó Ranma procurando no hablar muy alto.

—Unos diez minutos, me gustaría saberlo y justo lo que me temía —respondió contando con un dedo cada respuesta.

—Le escucho —dijo Ranma prestándole toda su atención.

—Akane ha sido afectada por el fanon, o al menos parte de él.

—¿Que ha sido afectada? ¿Cómo? —preguntó incrédulo.

—No sé como y no sé porque, pero al parecer Akane estaba… “faneada”. Al parecer, esta mañana estaba viendo distintas historias en las que ella y tú desayunabais. Los gritos de antes debían ser un intento de nuestra Akane de avisarnos de lo que se nos echaba encima.

—No entiendo… ¿Otras historias? ¿Estaba teniendo alucinaciones? —inquirió Ranma confundido.

—Ven —dijo Tôfû. Se puso en pie y llevó a Ranma hasta la ventana. Desde allí le apuntó a un lugar de la calle —. Mira.

Ranma obedeció, y lo que vio le dejó pasmado. En medio de la carretera se abría una brecha en la tierra que cortaba por entero un carril y que era lo suficientemente ancha como para que una persona entrara de sobra. Aunque desde su posición no podía verla muy bien, tenía la sensación de que su profundidad era muchísimo más grande que su longitud.

Mirando alrededor, vio otras brechas, unas más grandes y otras más pequeñas.

—¿Qué son esas grietas? —preguntó Ranma con los ojos como platos.

—Son “fallas de coherencia”, si no me equivoco.

—¿La qué?

—Cuando en una historia hay incoherencias ocurre que… —Ranma le envió una mirada del tipo “sabes que necesito un ejemplo así que no sé a qué esperas”, y Tôfû rectificó —Algo como por ejemplo que primero se diga que para ir de A a B en pie se necesitan diez minutos y luego se diga que en coche se tarda mucho más.

—¿Una contradicción sin sentido? —resumió Ranma.

—Sí, aparte de más cosas. El hecho es que estas historias que antes estaban afectando sólo a Akane, ahora también lo están haciendo al canon. Lo están… sobrescribiendo.

—¿Es peligroso? —preguntó con determinación el chico.

—No lo sé —respondió apesumbrado —. Pero el hecho es que están borrando nuestro mundo.

—¿No hay manera de pararlo?

—Por ahora, la única pista que tenemos es Akane —respondió el hombre pensativo —. Ranma, debes encontrarla y traerla aquí. Tal vez así sepamos cómo parar lo que está sucediendo.

—No hacía falta ni que me lo dijeses —pensó Ranma. Entonces dijo en alto: —Voy a buscarla.

—Buena suerte —le deseó sinceramente Tôfû —. Y recuerda, ¡no dejes que te alcancen los cambios! ¿Quién sabe qué podría ocurrir?

—De acuerdo, doc. Hasta pronto —se despidió Ranma.

Sin más, Ranma salió de la consulta a toda velocidad y se dirigió al dojo Tendô. Por el camino pudo ver aún más brechas, pero ya no sólo en el suelo, sino también en las paredes, en los árboles, e incluso en el cielo. Meneando la cabeza, Ranma aceleró aún más sus saltos por los tejados de Nerima para llegar cuanto antes al dojo.


Cuando por fin llegó, unos minutos después, soltó un suspiro de alivio al ver que el dojo estaba libre de brechas. Entró anunciándose rápidamente y fue hasta la cocina, donde suponía estaría Kasumi, para preguntarle si había visto a Akane.

Sin embargo, cuando entró en la cocina, vio una escena muy diferente.

—¡Marido! ¡Te ordeno que salgas de ahí y des la cara!

—¿Mamá?

Efectivamente, Nodoka Saotome estaba, katana en mano, de pie ante su marido, el cuál se mantenía sentado con las piernas medio abiertas y con el miedo, y el asombro, pintado en el cuerpo. Ranma se fijó los cortes que había en el tatami entre las piernas de su padre.

—Nodoka… —empezó Genma sólo para ser interrumpido por su mujer.

—¡Silencio! —ordenó la mujer echando chispas por los ojos —¡No sé en qué estuve pensando cuando te dejé a Ranma! ¡Con todo el dinero que tiene mi familia! ¡Y sus incontables maestros de artes marciales!

—Nodoka, cariño —volvió a empezar Genma haciendo gestos con las manos para aplacarla —, ¿qué estás diciendo? Tú familia nunca tuvo mucho más de lo que tuvimos nosotros…

—¡No mientas, Genma! —y su mujer añadió un movimiento de katana que casi hace que salga volando a su advertencia.

—¡Mamá! —gritó Ranma, y su madre se giró, oportunidad que Genma aprovechó para arrebatarle la katana y guardarla a su espalda de un fluido movimiento.

—¿Dónde está la espada familiar? —demandó saber a voz de grito la mujer mirando a Genma, que hacía gestos de ignorancia.

En aquel instante, y justo antes de que Ranma también se pusiera a gritar, Kasumi, que había estado todo el rato atendiendo algo en el fuego y que había pasado desapercibida para Ranma, se dio la vuelta con una bandeja entre las manos sobre la que se apoyaban cuatro tazas de las que salían unos hilillos de vapor.

—Venga, tía Nodoka. Tómese un té y cálmese un poco —ofreció la mayor de los Tendô con voz calmada.

Nodoka se giró hacia ella y cogió una taza.

—Tienes razón, Kasumi. A pesar de mi salud de hierro, enfadarse así no es bueno, ni para mí ni para nadie —y se bebió de un trago el té.

Dejó la taza sobre la bandeja y luego se sentó. Ranma vio como los párpados empezaban a caérsele a su madre, que se acomodó otra vez en la silla, apoyó los brazos en la mesa, luego la cabeza en los brazos, y se durmió.

—¿Qué…? —empezó Ranma, pero la voz de su padre le llamó la atención.

—Me pregunto cuanto puede valer esta espada… —murmuraba su padre.

—Veo que tú no has cambiado nada —dijo Ranma enfadado y haciéndose sonar los nudillos.

—Eso está muy mal, tío Genma —recriminó Kasumi con un el cejo levemente fruncido, lo que consiguió mayores resultados que las amenazas de Ranma, ya que el hombre soltó la espada como si quemara —. Y Ranma, creo que tú también deberías tomarte un poco de té y calmarte.

Normalmente, Ranma se hubiera tomado la infusión con Kasumi, aunque sólo hubiera sido por no llevarle la contraria, pero había algo que hacía que sus instintos le gritaran que escapara de allí a toda velocidad.

—Esto… no va a poder ser —se disculpó, y Kasumi volvió a fruncir el ceño, y aquella vez más pronunciadamente que antes. A Ranma se le quedó la garganta seca —. Esto… es que estoy buscando a Akane. ¿No estará en casa?

—No sé. Ahora te lo digo —respondió Kasumi. Cerró los ojos y se mantuvo así unos instantes. Luego los volvió a abrir y continuó hablando —. La casa me dice que aquí no está.

—¿La… la casa? —repitió con cierto recelo el chico.

—Sí, claro —respondió Kasumi como si fuera lo más obvio del mundo —. Es muy amable, ¿lo sabías? Y tenemos suerte, porque no le importa que de vez en cuando hagamos agujeros. Dice que las reparaciones le hacen cosquillas, y que eso le gusta.

Ranma, que no podía dar crédito a sus oídos, se fue alejando muy despacito de Kasumi mientras ésta miraba a puntos cualquiera de la cocina y les sonreía. Mirando a un lado, vio que su padre hacía exactamente lo mismo.

—¡!

Y salió disparado hacia el segundo piso, dejando a su padre allí plantado.

—Mamá, Kasumi… diría que han sido “faneadas” —se dijo mientras recorría el pasillo del segundo piso.

Cuando llegó a la puerta de la habitación de su prometida, se detuvo. Si antes de que todo esto hubiera empezado, Akane ya había estado diferente, ¿cómo estaría ahora que Kasumi y su madre ya habían sido afectadas?

Antes de que pudiera decidir si debía llamar o era mejor entrar directamente, sin embargo, la puerta de la habitación de al lado se abrió lentamente, y Nabiki apareció por el umbral.

—Akane no está —le informó Nabiki mientras se apoyaba en el marco de su puerta —. No ha vuelto desde que fuisteis a ver al doctor.

—¡Maldita sea! —juró Ranma. Entonces, entrecerró los ojos y preguntó con recelo: —¿No estarás cambiada, Nabiki?

—No sé de qué me hablas, Ranma —respondió la hermana mediana de los Tendô sin que nada se mostrase en su rostro —, pero me debes quinientos yenes por la información.

Aquello fue respuesta suficiente para Ranma, que rebuscó entre sus bolsillos murmurando algo sobre el hecho de que estaba buscando a su propia hermana, y le entregó el dinero.

—Ya sé que es mi hermana —explicó Nabiki mientras contaba el dinero —. ¡Por eso sólo son quinientos yenes!

No queriendo ser desplumado aún más, Ranma se dio la vuelta para salir de allí y buscar a Akane en otro lugar, aunque no tenía ni idea de por donde continuar su búsqueda.

—Y por cierto —escuchó a su espalda la voz de Nabiki en un tono extrañamente serio —, deberías probar en el instituto. Tal vez Akane esté allí, ya que como antes pensaba que vosotros dos estabais desayunando para ir para allá…

Ranma lo pensó un momento y, falto de ideas como estaba, decidió probar.

—Gracias, Nabiki —dijo, y se puso en marcha.

Salió de la casa por la ventana de su habitación dado que quería evitar otro posible enfrentamiento con Kasumi, y tomó el camino que cada mañana seguía para ir al Instituto.


El camino, como había supuesto desde que salió del Dojo Tendô, sufría también del imparable paso del fanon. Sin embargo, a diferencia de la parte de la ciudad que había atravesado al venir desde la clínica del doctor Tôfû, esas calles que conocía tan bien no estaban tan infestadas de grietas. Había, sí, pero no en la abrumante cantidad que había calculado, y no sabía explicarse el por que de tal hecho.

Sin embargo, antes de que pudiera dedicarle mucho más pensamiento, el Instituto Fûrinkan apareció ante él, una gran grieta atravesando el enorme reloj que servía de aviso a aquellos que llegaban tarde.

Al acercarse a la puerta principal, Ranma descubrió un gran corro de personas en el centro del patio frontal. Al acercarse más, vio que en el centro había un muchacho que sonreía a todo el mundo. Al observarle bien, Ranma dedujo que debía tratarse de un nuevo estudiante de intercambio, pues era evidentemente extranjero; su piel morena, su pelo dolorosamente rubio y sus enormes ojos azules lo delataban como tal. Al parecer, estaba hablando de alguna manera a través de la perfecta sonrisa que mantenía sin mover un ápice sus labios, porque podía oír su voz claramente por encima de los murmullos de la gente.

—…es un gran honor estar aquí, en el gran país que es Japón, cuna de tantas y tantas muchachas guapas —ante eso, las chicas menos agraciadas sonrieron aún más y se acercaron un poco al muchacho, mientras que las más bellas se voltearon con un gesto de indiferencia y se alejaron un poco del chico—, gracias a la beca que me ha otorgado personalmente el director de mi colegio en Alemania dadas mis sobresalientes notas.

—Así que es un empollón —resumió una voz masculina entre la muchedumbre, y la mayor parte de los chicos que se habían congregado alrededor del extranjero empezaron a caminar hacia el edificio habiendo perdido el interés.

—¡Oh, no! ¡No es por eso! —respondió el joven a nadie en particular, sin que su sonrisa decayese lo más mínimo—Como decía, Japón es la cuna de muchas muchachas guapas y, sobre todo, de muchísimas artes marciales…

Ante aquella declaración, todos los estudiantes quedaron en absoluto silencio, volviéndose lentamente a observar al nuevo aquellos que estaban de espaldas a él.

Daisuke, el amigo de Ranma de la escuela, que al hablar delató su presencia junto a él, acompañado de Hiroshi, su otro amigo moreno, se dirigió sin disimulado recelo al nuevo.

—¿No irás a comerte nuestros bocadillos como demostración de tu maestría en un extraño arte marcial de tu país?

—¿Qué? ¡No! —respondió el estudiante nuevo con sorpresa, a pesar de que su perfecta sonrisa seguía pegada a su rostro.

—¿No te irás a obsesionar con cortarnos el pelo a todos de una manera antigua y ridícula? —siguió preguntando Daisuke.

—Para nada.

—No absorberás nuestra energía vital con… chupetes, o algo así —continuó el interrogatorio Hiroshi.

—Yo jamás haría eso —respondió complaciente.

—Y por último —anunció Daisuke con un suspiro de cansancio —, no declararás tu amor por dos chicas con mala poesía y no vivirás en tu mundo imaginario en general, ¿no?

Ante aquello último, el chico se quedó un momento pensativo, y Ranma creyó percibir una disminución en su sonrisa. Sin embargo, un instante después, volvía a sonreír tanto como siempre, y respondió imposiblemente fuerte teniendo en cuenta que no movía la boca de lo fija que tenía su sonrisa:

—No. A pesar de mi gusto por la buena literatura, otra cosa en la que Japón sobresale, y aunque no sé muy bien a que os referís con eso de “vivir en un mundo imaginario”…

—Diría —le interrumpió una voz que a Ranma le sonaba mucho, pero que no sabía concretar de quién —que se refieren a mi persona.

Ranma, el chico de intercambio, y el alumnado que todavía estaba allí se giraron hacia donde provenía la voz, descubriendo a un calmado Kunô que se dirigía hacia ellos en su atuendo típico azul oscuro y negro, impecablemente planchado y mantenido, de kendo, con su bokken a juego sujeto a la cintura.

—¡Oh, ahí viene Kunô! —anunció una voz entre la muchedumbre.

—Sí, el que era el mejor artista marcial de la escuela —añadió otra voz distinta.

—Y el que sigue siendo el más pervertido —añadió otra. Kunô no sólo se mantuvo impasible ante el resumen que hicieron de él sus compañeros, sino que incluso asintió mientras murmuraba unas palabras que a Ranma le pareció que eran algo como “La misma presentación. Normal…”

—Bueno —intervino entonces Daisuke volviéndose al nuevo—, ha sido un placer conocerte, Ichbin Garystu.

—El placer ha sido mío —respondió Ichbin Garystu al tiempo que devolvía la inclinación que había hecho Daisuke.

—Pero, ya se acaba el recreo —y volviéndose a su amigo, le preguntó: —¿Te vienes, Hiroshi?

—Sí —respondió éste —, pero oye: ¿Te das cuenta de que hoy es sábado?

—Ya lo sé —respondió Daisuke mientras él, como todos los estudiantes del Fûrinkan, se dirigían lentamente hacia el edificio del instituto —, pero es como si una fuerza extraña me empujara a seguir la rutina de siempre.

—¿Y te das cuenta de que con esa excusa tan poco concluyente estamos escapando apenas de una falla argumental bastante grave? —insistió Hiroshi.

—¿Y te das cuenta que el hecho de que nosotros nos demos cuenta de eso es una falla argumental en sí misma? —contraatacó su amigo mientras seguían alejándose.

Ranma dejó de observarlos y se dio cuenta que los únicos que quedaban a su lado eran Kunô e Ichbin Garystu. Pensó preguntar a Kunô sobre el paradero de Akane, pero rápidamente decidió probar con el nuevo. Al fin y al cabo, tenía la impresión de que llevaba un buen rato esperando allí, y aunque tuviera que describirle a Akane, estaba bastante seguro de que cuando hiciera referencia a esa voz infernal que había adquirido, la reconocería de inmediato. Además, con un poco de suerte, no tendría que luchar para obtener la información, a diferencia de lo que seguramente pasaría con Kunô, lo que le haría perder tiempo, y algo le decía que no le sobraba ni un segundo.

Sin embargo, antes de que pudiera preguntar, la mano de Kunô sobre su hombro le detuvo.

—Ranma Saotome —comenzó con tono solemne, y el chico se preparó para un ataque inminente —, no tengo más remedio que… pedirte perdón.

—Kunô, no tengo tiem- ¿¡qué!? —soltó lleno de sorpresa.

—Hoy, mientras paseaba, me he encontrado con la bella Akane Tendô. No sé qué me ha poseído a abalanzarme sobre ella, pero se ha defendido como sólo ella sabe —explicó el kendoista mirando al suelo —. Al parecer, su golpe ha debido ser más fuerte que de costumbre, porque no recuerdo haber aterrizado del golpe. Cuando he despertado, como un rayo, la cordura ha recorrido mi cerebro. Y bajo su nueva y cálida luz, he observado mis recuerdos, y he llegado a la conclusión de que no he honrado de manera correcta los preceptos de rectitud y honor que me impuse cuando decidí seguir el camino de la espada.

—Es por todo esto —y se hincó sobre una rodilla — que deseo pedirte perdón, Ranma Saotome, pues, a pesar de todo, tú siempre has protegido a Akane Tendô con todas tus fuerzas que, aunque me cuesto reconocerlo, son superiores a las que yo, Tatewaki Kunô, poseo.

Un débil trueno, casi como de lástima, acompañó las últimas palabras del joven.

Ranma, por su parte, ya había comprendido lo que estaba sucediendo. Kunô había sido “faneado”, y además, por lo que parecía, Akane había sido la responsable. Como era posible que Kunô se hubiera convertido en una persona razonable, sin embargo, se le escapaba totalmente, aunque no pensaba desaprovechar la oportunidad que ello le brindaba.

—Kunô, oye, después de que Akane te pateara, ¿no habrás visto hacia donde se dirigía?

—Me temo que no, Ranma Saotome —respondió Kunô alzando la mirada hacia él —. Sin embargo, mientras esperaba aquí tu llegada, pude ver que entraba a los terrenos de la escuela. Curiosamente, fue en ese mismo instante en el que apareció esa gran brecha en el reloj del instituto —continuó mientras se ponía en pie.

—Yo quería disculparme también a Akane, tanto por mi repentino ataque anterior como por mi actitud desde que empezó a estudiar aquí, pero antes de que pudiera dar un paso, una joven de curvas generosas y pelo extremadamente largo, de color lavanda, que, si las descripciones que mi hermana grita en sus accesos de ira son correctas, no era otra que…

—Shampoo —terminó Ranma —. Me voy al Cat Café.

—Espera, Ranma —dijo Kunô agarrándole para que no diera un salto y le dejara allí —. Todavía quiero pedirle perdón a Akane Tendô, así que deseo acompañarte.

Ranma pensó por un segundo en explicar a Kunô que seguramente Akane no le escucharía, pero sabía que Kunô no lo entendería; su segunda opción era noquearle, pero no se sentía a gusto haciéndolo cuando por fin se había vuelto cuerdo.

—De acuerdo, ven si quieres, pero date prisa, porque no pienso ir más despacio por ti —se decidió finalmente.

—Gracias —dijo simplemente el kendoista haciendo una profunda inclinación.

En el momento en que las dos figuras desaparecieron detrás de la tapia de la escuela, Ichbin Garystu se dio la vuelta, descubriendo un extraño personaje frente a él. Llevaba un típico conjunto hawaiano, unas gafas de sol enormes que no encajaban con el pálido sol que había amanecido y, sorprendentemente, lo que parecía una palmera en miniatura, con cocos y todo, crecía de su cabeza.

—¡Hola! —saludó el chico guardando su sorpresa y mostrando su mejor sonrisa —Mi nombre es Ichbin Garystu, ¿quién es usted?

Hello, my new student! Soy el director del Fûrinkan, y espero que you sepas the first rule de esta escuela —respondió el director con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Oh! ¿Y cuál es esa regla? —preguntó interesado Ichbin Garystu, fijándose en los cortapelos que llevaba en las manos.

—¡All students deben llevar el haircut que yo les dé!


—¿También temes que esa Shampoo le haya hecho algo a Akane? —le preguntó Kunô a Ranma de repente mientras dejaban atrás el instituto Fûrinkan.

Ranma no sabía muy bien que pensar. No sabía si preocuparse más por Akane o por Shampoo, ya que si de un solo golpe había convertido a Kunô en una persona cuerda, no quería ni imaginar lo que podría resultar de una Shampoo cambiada.

—No sé qué pensar… —dijo Ranma sin darse cuenta.

—¿A qué viene eso? —preguntó Kunô muy sorprendido —Por lo que sé de mi hermana, esa joven es manipuladora y traicionera, y aunque la fiera Akane es también capaz de perdonar, al parecer su relación con ella es igual, o aún peor, que la que tiene con Kodachi.

Ranma no pudo hacer otra cosa que coincidir con Kunô, por extraño que le resultase. Por un momento dejó de mirar al frente y observo que Kunô le miraba extrañado, con esa cara que normalmente ponía cuando se transformaba en chico delante de sus narices, como si en un momento todo su mundo hubiera cambiado y toda la felicidad que sentía se hubiera transformado en confusión.

—No es que no esté preocupado por Akane —admitió entre dientes Ranma volviendo la vista al frente —. Si no lo estuviera, no estaría yendo de aquí para allá como lo estoy haciendo. Lo que pasa es que a Akane… le pasa algo.

Ranma le explicó entonces como había amanecido Akane y como, a causa de ello, habían ido a la consulta del doctor Tôfû, lo que allí había ocurrido y lo que el doctor le había explicado sobre el canon y el fanon, y como, finalmente, por consejo de Nabiki, se había dirigido al instituto.

—Ya ves —terminó unos minutos después Ranma —, por eso estaba buscando a Akane.

Sin embargo, Kunô se mantuvo en silencio y no le respondió, y Ranma vio que tenía esa expresión que ponía cuando trataba de aclarar algo en su mente, cuando pensaba duramente sobre algo.

No tardaron poco más que unos minutos después de la conversación en llegar al Cat Café, pero la sorpresa los congeló a ambos.

Lo primero que atrapó la atención de Ranma fue el cartel donde ponía en letras blancas ligeramente estilizadas sobre un fondo rojo el nombre del Cat Café, porque no había letras. O sí, no podía decir. Todo el edificio del Cat Café, e incluso los que lo rodeaban, habían dejado de… estar definidos. No sabía muy bien como explicarlo, pero al mirarlo le asaltaba la sensación de estar observando una foto que no se había enfocado bien, donde las formas se habían difuminado tanto que apenas estaban definidas y los colores no eran más que unas manchas que ocupaban grandes porciones sin un límite definido.

—Veo que nuestra nueva fachada te impresiona tanto como a mí, futuro yerno.

Ranma se volvió a su derecha para descubrir a Cologne, agarrada a su bastón, observando como él lo había hecho hasta entonces el borroso edificio del Cat Café.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Ranma todavía muy sorprendido.

—¡Eso me gustaría saber a mí! —respondió la Nujiezu algo irritada —Como que no fuera suficiente el hecho de que cada dos por tres el edificio se transformaba y se unía al bloque de edificios por un lado en vez de por el otro, como para que ahora le pase esto.

Ranma no comprendió a que se refería la anciana, pero al darse cuenta de que ella no sabía nada, decidió repetirle rápidamente lo que unos minutos antes le había dicho a Kunô.

—El fanon… —repitió lentamente Cologne cuando hubo terminado de contarle todo.

—Entonces, ¿ha visto a Akane? —preguntó con un tinte de ansiedad Ranma.

—Eh… Sí, sí —respondió distraídamente Cologne —. Vino con Shampoo, y claro, para cuando llegaron, Shampoo ya no era… ella.

Como si hubiera sido llamada, la joven y bella Nujiezu apareció en ese momento por la puerta corredera que, en ese instante, quedó definida y fijada, tan sólo para convertirse nuevamente en un borrón en el instante en que Shampoo atravesó por completo su umbral.

Nihao, Ranma —saludó lentamente Shampoo. Ranma reparó en que, en una de sus manos llevaba una espada, y en la otra, una bandeja con unas bolas de arroz que aún desprendían vapor. Su estómago se hizo presente con un rugido no muy alto pero bastante largo.

—Ho-hola, Shampoo —respondió sin poder ocultar cierto nerviosismo. La mirada que la Nujiezu le estaba dedicando le recordaba demasiado a las que había sufrido aquella vez que ella había llevado la joya cambia-temperamento, y esto le desconcertaba mucho.

—Así que tú eres Shampoo, aquella que tanto ha combatido con la hermosa Akane Tendô. Soy Tatewaki Kunô, el capitán del equipo de kendo del instituto Fûrinkan, considerado una estrella en el mundo del kendo escolar, y mi apodo es “el trueno azul del instituto Fûrinkan”. Y tengo diecisiete años —casi como riéndose del cielo azul sin nubes que se extendía sobre sus cabezas, un trueno se oyó en la lejanía.

Ranma vio por el rabillo del ojo como Cologne observó a Kunô detenidamente un momento, y luego se giró a su bisnieta, y de repente, una expresión de comprensión se instaló en su seco y arrugado rostro.

—Ranma, seguro que hambre tener, ¿verdad? Comer estos pasteles de arroz que haber preparado, ¿sí? —con un par de pasos hacia Ranma llenos de la alegría y energía que solían rebosar en ella, Shampoo, ignoró por completo al joven que se acababa de presentar. Por su parte, Kunô se mantuvo sereno, aunque el enfado que sentía por ser ignorado era evidente en su rostro, y Ranma pagó la fascinación que una vez más sintió al ver a Kunô actuar como una persona normal dejando que Shampoo casi le hiciera tragar a la fuerza los pasteles de arroz, con bandeja y todo.

—Ahora no, Shampoo —con un par de movimientos y un mortal hacia atrás, Ranma evitó que la Nujiezu siquiera le rozara. Cologne había dicho que no era ella misma, y a Kunô le había “faneado” Akane de un solo golpe. No, definitivamente no pensaba arriesgarse.

—¡Bisnieta! —gritó entonces Cologne por encima de la replica que empezaba a formar Shampoo —Tengo que ir a la consulta de ese tal doctor Tôfû. Llévame hasta él.

—Pero bisabuela, las bolas de arroz… —insistió Shampoo.

—Vieja, dígame dónde está Akane —ordenó entonces Ranma, colocándose entre Cologne y Shampoo para acaparar toda la atención de la primera.

—No —respondió inmediatamente la anciana, pero Ranma vio como sus facciones se enternecían un tanto —. Futuro yerno, ven con nosotras a la consulta de ese doctor. Esto… el fanon te supera aún más de lo que te puedas imaginar.

—Sí, eso, venir con nosotras —añadió Shampoo meneando la bandeja precariamente.

—No —insistió —. Tengo que encontrar a Akane. ¡Dime donde ha ido!

Cologne aguantó unos instantes la mirada llena de determinación de Ranma antes de suspirar y apartar la vista.

—Ya veo… —suspiró la anciana —Como quieras. Antes de que se marchara dijo algo de que iba a “poner en su sitio” a una cocinera de okonomiyaki. Si no me equivoco, ésa debe ser tu amiga travestida llamada Ukyô Kuonji.

—¡Utchan! —murmuró Ranma sin aliento, ignorante de la enorme preocupación que estaba mostrando —Debo… debo ir para allá cuanto antes —resolvió aún impresionado.

—¡No! —Ranma oyó como en la lejanía la voz de Shampoo gritar —Ranma tener que tomar estas bolas de arroz.

Antes de poder volverse, sin embargo, oyó el sonido de metal chocando violentamente contra madera, seguido de un salvaje grito de guerra.

Ahí estaban, Kunô y Shampoo, midiendo sus fuerzas a través de sus espadas, y aunque la de Kunô era de madera, eso no le impedía aguantar e incluso vencer a Shampoo en el duelo de fuerzas que estaban llevando a cabo.

—¡Atacar por la espalda es sin duda el acto más indigno en el arte de la espada, mujer! —informó Kunô a la amazona con bastante enfado —No puedo permitir que una ofensa así quede sin respuesta. ¡Defiéndete!

Y Kunô atacó. Ranma sabía que, si se trataba de vencer a Kunô en una lucha con espada, las dificultades para vencer al capitán del equipo escolar de kendo eran enormes. Mientras que esquivar sus ataques con su estilo indiscriminado apenas le resultaba ya una incomodidad, Ranma sabía que si tuviera que mantener una posición de defensa con arma, estaría más que presionado a mantenerse un movimiento por delante que Kunô. Pero cuando lo vio combatir con Shampoo, lanzando un mandoble en diagonal de derecha a izquierda que destrozó la pared que estaba detrás de la Nujiezu, y que ésta esquivó rodando hacia un lado, y continuando con una rápida estocada donde Shampoo estaba que fue desviada hacia un lado, entonces, descubrió a un Kunô mucho más centrado que nunca, y vio el potencial que una mente más clara le había dado al joven maestro de kendo.

Era una pena que aquello no pudiera durar mucho.

—¡Chico loco debería dejar de atacar a Shampoo si no querer morir! —advirtió Shampoo con enfado, ganándose una serie de ataques rápidos y precisos que por poco destrozan sus preciadas bolas de arroz. La chica contraatacó con una serie de poderosos cortes horizontales alternativamente de derecha a izquierda y viceversa que Kunô aguantó a expensas de retroceder unos pasos, perdiendo un poco el equilibrio, lo que Shampoo aprovechó para girar completamente y aprovechar la inercia para descargar un tremendo golpe.

Kunô, sin embargo, anticipó su movimiento y dejó su espada baja, y al terminar su giro Shampoo, el practicante de kendo levantó su bokken llevándose la espada de su contrincante hacia arriba, lejos de su cuerpo, y haciendo perder el equilibrio totalmente a Shampoo, que se tambaleó en un solo pie intentando recuperar su centro de gravedad.

Kunô la golpeó suavemente en la nuca con el mango de su espada, y Shampoo cayó sin mucha gracia al suelo, más herida en su orgullo que físicamente, y perdiendo finalmente el control de las bolas de arroz, que se esparcieron por el suelo, incluso rompiéndose algunas.

—Eso te enseñará, mujer —sentenció el joven con una sonrisa de suficiencia, y se dio la vuelta para darle la espalda a la joven, demostrando que no le tenía miedo.

Sin embargo, Shampoo no debía estar dispuesta a aceptar una humillación como esa. Se levantó rápidamente, agarró la espada con ambas manos, y con un grito salvaje, cargó espada arriba contra su indefenso contrincante.

El ataque hubiera tenido éxito, pensó Ranma, si no hubiera sido porque Cologne lo desbarató antes si quiera de que empezara. En el momento en que su bisnieta dio el primer paso, Cologne ya estaba detrás de ella, presionando con la punta de su bastón un punto de la nuca que la dejó inconsciente. Lo que más sorprendió a Ranma, sin embargo, fue que seguidamente, le hiciera lo mismo a Kunô.

—¿Por qué… —empezó a preguntar Ranma confuso.

—Será mejor que me los lleve con el doctor. Así podré tenerlos controlados —explicó Cologne interrumpiéndole —. Ten cuidado, futuro yerno. Vi como Akane tocaba a Mousse, y después ese chico cabezota desapareció.

—Ese cegato no es rival para mí —respondió Ranma con su altanería más típica.

—Cierto, pero los efectos del fanon son impredecibles —le avisó con seriedad la anciana.

—Bueno, lo tendré en cuenta —admitió entre dientes Ranma —. Me voy, vieja. Er… gracias por decirme donde estaba Akane.

—Ve, futuro yerno.

Ranma echó a correr en dirección al Utchan’s sin mirar atrás. Se sentía un poco mal por lo que les había sucedido a Kunô y Shampoo, pero tenía que encontrar a Akane. Además, puede que Utchan estuviera en peligro y… ella era su amiga.


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